Los últimos días; Alejandro no dejaba de estar en su mente, constante en sus recuerdos…
Al cerrar sus ojos venían esas noches en las que perdían el control de sus cuerpos, retorciéndose de placer a su lado, revolcándose una y otra vez entre las sábanas que los hacía olvidar la cordura…
De pronto Alejandro la besó y Oriana no pudo contenerse, se colocó sobre ella apretándola contra su pecho mientras sus labios devoraban los de ella, besándola con desenfreno y lujuria.
Oriana sentía entre sus piernas lo tenso de sus ganas contenidas todo ese tiempo que habían dejado de verse, sus manos iban despojando su ropa, suavemente sus labios recorrían su piel, sellaba en sus senos sus besos, bajó delicadamente y se detuvo en su sexo húmedo de tantas ganas, su pecho era su firmamento si él estaba sobre Oriana…
Con intemperancia giró su cuerpo boca abajo; sus labios continuaron peregrinando su cuello y espalda, Alejandro tomó fuertemente con sus manos las caderas de Oriana; que parecían estallar en ellas, las llevó hacía él y se sumergió en ella, liderando convencido el sincronizado movimiento de ambos.
Lo que hacía que Oriana pierda la razón, cómo poder explicar tanto placer, eso era demasiado, él la excita de tal manera al sentirlo entrar en ella una y otra y otra vez, que no sabría descifrarlo.
Nuevamente giró su cuerpo con mucha tensión y se colocó encima, su placer sollozo lo excitaba mucho más, “lo ha saboreado”, “ha sido de ella”, la dirigía con estilo y Oriana ya estaba sobre él, en un ir y venir, con la mirada perdida en sus ojos apasionados y tiernos, repitiendo: “me encantas”.
Él susurró con la mirada fija: “Eres lo más rico que he sentido en la vida…de verdad!”, Oriana ya no podía más!, sus palabras la aceleraban y al mismo tiempo hacían sus movimientos pausados y lentos como quién saborea un postre favorito… mientras sus caderas no dejaban de ser la voluntad de Alejandro.
Decidido nuevamente regreso a posarse en ella, su mirada no la perdía de vista, su abrazo húmedo cubría su cuerpo alertando intensidad, empujaba con oleadas de satisfacción su cuerpo; pretendiendo ir más allá de Oriana y así sentir como aceleraba a su contacto su respiración, ella afinaba sus gemidos y sus caderas que acompañaban su vaivén, cada vez con más fuerza, rapidez, espasmo y un sinfín de gemidos revelaban lo que buscaban sentir juntos.
Sus cuerpos poco a poco fueron tensándose, dejando llegar ese clímax que ella quisiera sentir de Alejandro siempre, que provocaba esa queja de placer confundiéndose con la de él, ese calor y humedad de la piel mezclándose ante tanta caricia…él se había dejado en ella, sembrando la certeza de su deseo.
La hace estremecer como nadie jamás lo hizo, de pies a cabeza y el sólo hecho de tenerlo cerca hace que su corazón palpite con fuerza… se quedó sobre ella unos minutos, mirándola, sintiéndola, abrazándola, susurrándole, mientras Oriana disfrutaba de su aroma, sus brazos fuertemente cubrían con amor su espalda y poco a poco; abandonándose…
Si el paraíso existe… estuvieron en el lugar correcto…