Pase por tantas cosas como la de un amor que parecía dibujar promesas en la arena, de aquellas; que se borran con el pasar del tiempo ó con el venir del mar… Por ello mi amor, hoy por hoy, lo declaro en persona y lo escribo día a día en mi corazón esperando compartir con esa persona un gran amor… En mi orilla se dibujan emociones, no es que muera de amor, simplemente muero por sentirme amada…
Hace unos días nació “Paquito” (como yo le decía de cariño durante el embarazo), nieto de mi hermana mayor a sus 35 y sobrino-nieto mío a mis 33.
Suceso o experiencia que jamás pensamos vivir a esta edad, nuestros hijos pequeños eran tíos y la espera ó emoción de ellos por serlo; crecía con la llegada del bebe.
La primera vez que vi a mi hermana mirar a través del vidrio a su nieto no pude comprender su amor, su mirada se transformaba, no era la misma mirada de amor hacia su hija Gianella; 16 años atrás, ella misma la había llevado a límites de amor insospechados, su hija era el testimonio de su maternidad y su nieto la confirmación que ahora ella lo sería también otra vez.
Gianella es mi sobrina mayor, nació cuando yo estaba joven y disfrutó de toda nuestra atención, cuidados y regalos, por ser la única niña de la casa, hasta la llegada de mis demás sobrinos y mi propio hijo, aún así ella sigue siendo mi nenita preferida a sus 16 y como mamá.
Con mis hermanas soñamos tantas veces con los hijos de nuestros hijos, soñando con esa alegría al tenerlos y aunque no han sido las circunstancias ideales, Paquito es el anhelo hecho realidad.
Al mirarlo he comprendido que al nacer nuestros hijos conocemos un amor incondicional, ahora que mi hermana es abuela, puedo comprobar que al llegar su nieto ese amor cambió totalmente, transmutó, se reeditó, se reinventó, se alargó la vida, fue como volver a amar a sus hijos.
Dios trajo a nuestras vidas, a nuestro hogar; el milagro del nacimiento, ese que ya vivimos nosotros, fue como volver a tener a nuestros hijos en brazos, chiquitos, frágiles, carne de la carne y sangre de la sangre de nuestros hijos.
Una nueva oportunidad para darle todo el cariño, ese que quizá por tiempo, inexperiencia o qué se yo; no les dimos a nuestros hijos y recibiremos de Paquito la gratificación y la juventud que fuimos dejando en el tiempo, esto es revivir nuevamente maravillosos recuerdos, es esperanza, ilusión, emoción, dicha y felicidad.
Este nieto llegó en la edad más sensata y madura de mi hermana, donde hay más tiempo para volver a amar y vivir con intensidad la doble maternidad.
Creo que por eso lo queremos doblemente, porque sentimos nuevamente nuestro corazón palpitar con fuerza.
Ahora que el bebe está aquí y ha nacido en nosotros un amor tan verdadero; que es incapaz de pedir, pero que si es capaz de dar todo, sin condiciones.
Y sólo puedo dar gracias a Dios por esta experiencia y lección de vida que hoy nos da, pues gracias a eso mi familia fortaleció los lazos de unión entre nosotros.