Fue más o menos así…
Sebastián y Micaela sintieron que luego de conocerse algo quedó pendiente entre ellos, algo que los hiciera coincidir una vez más, un motivo o excusa que los pusiera frente a frente nuevamente.
Ese fin de semana él la invitó a salir, sin más ella aceptó la invitación.
Mientras viajaban en su auto la química fluyo favorablemente, llegaron al Bar, pidieron un par de tragos y brindaron por la noche, por ella, por él, por los dos, por el momento, las horas pasaban acompañadas de risas, anécdotas, miradas que iban y venían insinuantes.
Era un tipo tierno y caballero, amable y divertido, alegre y atractivo, rápido y conciso, arriesgado y decidido, sabía lo que tenía y avalado en ello, no dejó pasar más tiempo y la besó.
Bailaron y bebieron con libertad. Finalmente decidieron retirarse del lugar, entre risas y carcajadas subieron al auto, llegaron las caricias, la sangre comenzó a quemar y las manos de Sebastián a inquietarse…
Salieron del estacionamiento y se dirigieron a casa de Micaela, él; ansioso detuvo el auto en una callecita oscura; para continuar con el ardiente ritual.
El fuego intenso de las ganas se iba apoderando de sus sensibles cuerpos, él iba ornamentando sus caderas de caricias, mientras ella pincelaba besos en su cuello…
Micaela no tuvo antes una aventura así, mucho menos había sentido la fusión de sus ganas y su nerviosismo, sumada al alboroto de sus hormonas. Era exquisito!!!
Continuaron el viaje, al llegar, insinuante y ambiguo, invitó a Micaela a pasar a los asientos traseros de modo que puedan sentirse más cómodos…
Una vez allí, abrazó su cuerpo con desesperación sin que ella pueda resistirse, no preguntó nada, sólo llevaba a sus oídos su excitante respiración breve y acelerada.
En sus ojos se reflejaba la sorpresa de la noche, lo inmenso del momento, desplegando en cada caricia las ganas contenidas, la noche venía siendo perfecta!...